Vos que al fin te tomás un ratitito de tu tiempo para saludar y preguntarme cómo estoy (¿!!) y yo que me caigo al poco rato de culo en plena acera parisina. Claro, no es que ambos episodios estén -ni deben estar- relacionados, pero qué cosas, pensaba en ello y me hizo gracia porque la sorpresa de ver tu nombre en una ventana del chat sin que yo te llamara ni por telepatía debió hacerme caer como caí luego, de culo, ja.
Y se sintió raro (no la caída, eso ya sabemos cómo se siente y se resiente), sino vos, yo, las dos, en un mini-diálogo cordial pero a mil años luz, y no sólo de distancia. Se sintió raro pero no extraño, esperable, sí, eso.
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