No puedo decir que me baste.
De todos modos no deja de ser rico, ese "cariñito" que me hiciste en la espalda la otra noche en plena disco, o el sentirte detrás mío al bailar, o ese rodeo que me hiciste por la cintura con tu brazo izquierdo mientras me decías algo al oído derecho (*escalofríos*).
Compartir tu cama y tu cobija sin más roce entre ambas que un choque leve de manos por acomodar las almohadas o por tocar a la gorda al mismo tiempo.
Sigue siendo rico, saberte ahí, cerquita. A pesar de la nervia, del hueco en la panza, de intentar ser "correcta" y respetarlo todo: tus límites, los míos, los momentos, lo que no se dice ni se puede leer, conteniendo las ganas de tocarte aunque sea la mano, un ratito, que decís que te duele, o pedirte permiso para acurrucarme en tu pecho, un ratito, o quitarle el campo a la gorda, un ratito.
febrero 02, 2015
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