Para surrealismos, el metro del DF. Las diversidades, los olores y los personajes más excéntricos con seguridad se encontrarán allá. Y todo resulta familiar.
Al otro lado del charco, en cierto sitio, las cosas varían un poco. Más bien mucho. Impecabilidades, limpiezas, claridades, órdenes. Sin embargo, no es aburrido. El lugar menos esperado encierra un pub rockero, un bar a oscuras, comidas de acá y de allá o una construcción de tres pisos demasiado cerca del río y cerveza que sube y baja, cervezas de mil tipos distintos. Acentos fuertes y ganas de aprender español.
Aunque también se percibe cierto rumor del pasado, guerras conmemoradas y muertes nunca olvidadas entre enormes construcciones centenarias. Es como si se quisiera dejar todo a la madrugada, entre cigarro y cerveza negra de litro y medio.
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