septiembre 08, 2008

La soltería que persigue

Este fin de semana pasado fue la boda de prima. Tan esperada ya. Mi cabello fue un desastre, la ropa no tan apropiada para algo así, salvo los zapatos, pero bueno, típico. Por dicha no fui la madrina al final, eso sí hubiera sido un desastre! La que hizo de madrina fue un éxito, aparte de elegante, en vestido largo, zapatos dorados a juego con su cartera, se echó un par de canciones junto a su novio en honor a los recién casados, mejor imposible.
De lo que sí no pude escapar fue de esa costumbre que tienen en las bodas de lanzar el ramo a las solteras (solteronas querrán decir) y novias a un paso del matrimonio, que en el caso de obtener el preciado 'buqué' tendrían de dónde agarrarse para acelerar la celebración. El caso es que me tocó, una vez más, ir al centro junto con otras chicas igual que yo algo quitadas, pero ¡qué cosa! estamos acá, ni hablar. La dinámica no fue muy bien entendida y al final, sí, me quedé con el bendito ramo. Eso implicó que me debía esperar a que el ahora esposo sacara la liga de la pierna de su ahora esposa y la lanzara a un grupo tampoco muy entusiasta de varones y que, luego de tres intentos y admirar la liga tirada en el suelo, un 'valiente' se decidiera a terminar con eso de una vez. Yo debía sentarme al frente y esperar a que él me pusiera la liga en mi pierna. El animador se quejó de que llevara yo pantalones y que pidiera que me la pusiera encima del pantalón.
Me pude ir a sentar al fin y al ratito apareció una tía política que goza de organizar bodas y fiestas grandes a ponerse a mis servicios para la mía (??!!), afirmando insistentemente en que esa tradición es por algo y que sí sucede que la que atrapa el ramo se casa. Yo no dudo de ese detalle, de hecho estuve a punto de decirle que la podía organizar si quería y que nada más tendría que hacerle algunos cambios al modelo típico heterónomo, pero mejor me callé y la dejé, aunque en cierto punto se volvió pesada y recordé ese chiste viejo donde alguien se quejaba de que siempre en los casamientos le preguntaban que cuándo sería su turno y que todas las personas dejaron de preguntarle el día que en un funeral les devolvió la misma pregunta, qué risa. Aparte, mi papá tuvo el tino de indicar que si eso sucedía, mi boda, sería prueba de que los milagros existen. Si supieran.
El asunto es que siempre será así, en alguna boda, en alguna fiesta... el tema parece ser adecuado para iniciar conversaciones sin sentido. Nada que hacer... ¿nada?

1 comentario:

paobrenes dijo...

Historias igual de tormentosas pueden registrase días después de los té de canastilla. El patriarcado y sus instituciones utiliza estas celebraciones para ponernos a prueba!

Ps/ me encantó el viejo chiste!!