octubre 29, 2008

Aquella que no sabía quién era

Cada día sabía qué debía hacer. Y cómo hacerlo. Y cuándo. Funcionaba casi como una verdadera autómata, una robot programada en la noche anterior para estar lista por la mañana y no perder tiempo en enredos de planificaciones ni nada similar.
Así pasó años, envuelta en la misma rutina, en esa cotidianidad automática aunque con leves destellos de imprevistos, desestructuraciones y rompimientos... sólo que tan pequeños que no lograban hacer alguna diferencia. De todos modos no le importaba, así se acostumbró a vivir, y sí, para qué negarlo, era cómodo también.
De repente, un día de esos y sin previo aviso, se dio de cabeza con algo fuerte. El golpe le gustó, fue un 'lindo golpe' -aunque parezca extraño-, descubrió muchas cosas, se sorprendía cada vez, aprendió y conoció y creó y se vio a sí misma feliz, en estado 'flotante', como ligera. Cada día era diferente, el automatismo no cabía más allí, era libre.
Pero, ¿de verdad se logra ser libre? ¿Libre de qué? ¿De quiénes? Esto se lo preguntaba un día de otros tantos que vinieron después, y en los cuales se reconoció aún robot, todavía enredada en rutinas viejas, con mañas y costumbres a veces incómodas. Lloró mucho, pataleó, se sacudió el cabello. No quería ser como antes, no quería.
Luego de semanas y meses pensando, debatiendo y peleando consigo misma, se dio cuenta que no había más que hacer que intentar y aprender a armonizar una y otra cosa, lo que conocía y lo que recién encontraba, lo que no le gustaba tanto pero era parte de su vida y llevaría tiempo modificar y lo que apenas conocía y amaba ya tanto. Así es la vida.
¿Así?
De dicotomías está plagado el mundo.

No hay comentarios: