mayo 20, 2009

1 + 2, es 3

Ayer hablaba con una compa de una noticia que circuló en varios blogs y páginas sobre un suceso en una cadena de comida rápida: dos amigos se encuentran en un mall y en un KFC el gerente le ha gritado imbécil a uno de ellos porque no leyó que la caja estaba cerrada.

Mi amiga me contaba luego lo que le había pasado el día anterior mientras manejaba por San José centro en hora pico: un autobus se le metió y tuvo que frenar de golpe, se enojó tanto tanto que lo persiguió hasta el próximo semáforo y ahí se detuvo a gritarle al chofer, para luego morirse de la vergüenza al ver el papelón que estaba haciendo (me la imagino como la chica de El exorcista).

Y entonces comenzamos a rodear el tema de la violencia, el cómo ciertas manifestaciones de esta se han vuelto tan cotidianas que se cree son parte de la 'idiosincracia' tica, de un 'deber ser' en la calle, en la carretera, en el trabajo, en la casa. El humor parece subir y bajar como el chorrito que se hacía grandote y se hacía chiquito. Si pierde la sele, la calle al día siguiente por la mañana es peligrosa. Si hay crisis, también. Desquitarse con la otra o el otro inmediato es común. La gente desconfía de la gente y anda a la defensiva.

Es agotador vivir así, y cada vez se pone peor. Parafraseando a la señora Ministra de Seguridad, ¡no es una percepción, es una realidad!

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