mayo 16, 2008

Esas encrucijadas

De la vida, que nunca se sabe a dónde te van a llevar, me tienen ahora, a mis casi 28 años, ante una de las situaciones más difíciles que he vivido: salir de la casa paterna.
¡Tan vieja! dirán algunos, 'le agarró tarde' otros, '¿por qué se va?', o '¿es que ya se casa verdá?' preguntará alguien por ahí. Y no, no, ninguna de las anteriores. Me "estoy yendo" de mi casa como desde hace 7 u 8 años, y nunca lo hice, solo una vez que casi casi lo 'logro'. Me empeciné un día y hablé con una amiga, compa de salidas nocturnas y amaneceres a la que hace años no veo, y quedamos en que sería buenísima idea compartir casa, aah independencia, que bien! Salimos una tarde a buscar y luego de varias horas caminando por puntos estratégicos encontramos un apartamento, lindo, apenas para nosotras. '¡Lo tomamos!' dijimos, y dejamos un enganche para unos días después pagar el alquiler del mes e iniciar la mudanza. Al día siguiente, en reunión generalísima en la casa paterna, aviso que me voy, y además a compartir. Para qué lo hice! Me llovió de todo, parecía tortura verbal de algún servicio de inteligencia militar sólo que sin la luz fuerte alumbrando mi cara. Nada más mi perra no se metió en el lío. Para qué digo más, no me fui. Entre el miedo y la inseguridad que me subió ese día, quedé debiéndole a mi amiga su mitad del enganche que luego me dijo que me podía dejar, que no había problema, y yo muerta de vergüenza y enojada conmigo misma le hice caso.
Eso fue hace mucho. Ahora soy otra, aunque por un momento dudé... pero sí, ya puedo, ya pude.

No hay comentarios: