junio 19, 2008

Ligar o no ligar, entrega 2

Tema de nunca acabar, según parece y me he dado cuenta en los últimos días.
El autobús es uno de los mejores lugares para hacer algo así como 'estudios de campo', por diferentes razones: aburrimiento, te venís durmiendo, apenas te estás acostumbrando a ese camino nuevo, el trayecto es corto para leer un rato decente, sólo podés leer en la períferica, etc.
La cosa es que una, vaya leyendo o no, utilizando el celular o no, siempre se tendrá un chance para ver alrededor y conectarse con historias contadas por la persona de atrás, el pleito del chófer con un taxista, o con la que me topé esta semana.
Siguiendo la historia de hace unos días, un mae es el protagonista. Parece que los hombres, al menos ticos, tienen una necesidad por ligar hasta en los lugares más extraños, que no es tan malo como sí la forma, de la manera más penosa y triste.
El bus llevaba apenas camino recorrido cuando se montó una muchacha y se sentó frente a mí. Del otro lado del pasillo, un chavalo, que venía del lado de la ventana, con todo y paraguas grande, bulto y no sé qué más, pidió permiso para salir. Como estaba también cerca mío, creí que se bajaría en la próxima parada, aunque estábamos lejos todavía. Pero no. El mae dejó su asiento con el único objetivo de situarse al lado -de pie claro- de la chica y llamarla por su nombre para saludarla. Medio bus se dio cuenta y se quedó extrañado, como diciendo ¿y a éste?? qué le pasa?? qué 'pepiado'! o algo similar. Cuando saludó a la chica, esta lo volvió a ver y lo saludó también pero cordial, sin ninguna emoción ni nada similar, educada nada más. El tipo chorreó un listado de preguntas que disparaba entre nerviosismo y titubeos, empezando por el clima, típico. Ella respondía, igualmente cordial.
Resultó que ella estudia danza y él le contaba que había querido ir a alguna actividad pero no había podido comunicarse. En el camino terminó pidiéndole el número de celular y ella se lo apuntó en una libreta.
No sé en qué paró la cosa, me bajé antes, con un poco de risa, pena ajena y harta de patetismos de este tipo.
Hombres!

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